Adriana Martín: La chica que soñaba goles
La diferencia era la calidad y el Espanyol tiene a Adriana. Hemos hecho lo que hemos podido.
Éstas vinieron a ser las primeras reflexiones de Alberto Berna, entrenador del Prainsa Zaragoza tras la final de Copa, pero ¿quién es Adriana Martín? Para los más aficionados puede sonar como una pregunta obvia, pero parece un buen momento para repasar la carrera de la internacional turolense.
Porque, ¿es turolense o barcelonesa? Si nos atenemos al refrán «uno no es de donde nace, sino de donde pace», entonces la opción es la segunda. Su familia se trasladó a Vilassar de Mar cuando la joven Adriana contaba con 4 años, pero nació en La Puebla de Valverde el 7 de Noviembre de 1986. Su padre, futbolista aficionado, impulsó la afición a su hija, y mucho antes de lo que todos pensaban, se empezó a saber de ella.
En el 94 ya se conocía su historia. Ingresó en la UE Vilassar de Mar con 6 años, y con 9, cuando jugaba en el Benjamín ‘A’, se encontró con que su caso era muy singular, pues era una de las pocas chicas en la comarca que en esa época jugaba en equipos de chicos, y corría el riesgo de que se estancara su trayectoria.
La Comisión Nacional de Fútbol Femenino acababa de abolir la prohibición de que chicos y chicas jugaran juntos. Con la reforma, se permitían equipos mixtos hasta los 12 años, pero la lentitud de algunas Federaciones Autonómicas hizo que se retrasara la aplicación de esta norma. Finalmente, Adriana continuó en el equipo de su pueblo y pudo seguir marcando… a los delanteros rivales.
Jugaba de libre y en los partidos del primer equipo masculino de este histórico del fútbol catalán fundado en 1923, llevaba su pícara sonrisa a la banda del Estadio Municipal, donde hacía de recogepelotas. Entonces, sus referentes eran Robert Prosinecki e Iván de la Peña y su deseo era jugar en algún equipo grande, apuntaba como uno de ellos el Barça y no parecía desencaminada.
Acabó por ingresar en los escalafones inferiores del FC Barcelona cuando la normativa la obligó a jugar en equipos femeninos. Pasó por los escalafones inferiores hasta el primer equipo y en 2002 su nombre ya sonaba con fuerza. Se había reconvertido a atacante y perforaba las redes contrarias vistiendo la elástica azulgrana, hasta el punto que la Federación Catalana la premió con el «Trofeo Bota de Oro». Además, se proclamó Campeona de España Sub-17 con la Selección Autonómica de Cataluña.
Eso fue en junio. Dos meses antes había puesto Inglaterra patas arriba. Debutó con la selección española Sub-19 en Bedford, el 15 de abril, frente a Dinamarca, a la que endosó un triplete. 4-1 para España (el otro tanto fue obra de Sonia Bermúdez). 4 goles en ese mini torneo, y en la fase final, en julio, pese a firmar un doblete en la victoria 2-3 ante Francia, España quedó apeada de las semifinales tras caer con Noruega por 1-2. Sin embargo, lo que apuntaba en la selección no lo pudo lograr con su club, con el que se quedó a las puertas de ascender a la Superliga.
2004 apuntaba a ser un año histórico para ella. El Sabadell de Santi Fernández, campeón de la Copa de la Reina el año anterior, puso sus ojos en la espigada delantera. Las arlequinadas fueron líderes en 17 de las 26 jornadas de liga, pero faltando tres jornadas cayeron 2-1 ante el Athletic Club (penalti con polémica incluido) y las ‘leonas’ se llevaron la liga con 2 puntos de ventaja. Fue la mejor goleadora del campeonato, pero la primavera se iba a hacer aún más larga para Adriana.
En la Copa, más de lo mismo. Tras eliminar en semifinales al Athletic, el Levante las dejó sin titulo. Y la temporada no había acabado, ni mucho menos. Tras firmar una hoja de servicios brillantísima, con 11 goles en 6 partidos, la selección Sub-19 marchó a tierras gallegas para preparar el Europeo de Finlandia. Todos los equipos apuntaban a ella como el principal peligro de la ‘roja’ y como una de las estrellas del torneo. Más de un equipo extranjero iba a estar pendiente de sus evoluciones, pero Ignacio Quereda prescindió de ella. Fuera de las convocadas, tuvo que ver desde su casa cómo sus compañeras lograban el mayor éxito internacional del fútbol femenino español: el título europeo. Además, tampoco acudió al Mundial de Tailandia.
Borrón y cuenta nueva. Volvió al Barça de Natalia Astrain y su reentré fue espectacular: Barça-Espanyol el 15 de septiembre de 2004. 4-4 en el Mini Estadi, firmando un póker para su equipo. No obstante, unos meses después se topó con la sensación mejicana, Maribel Domínguez ‘Marigol’. La llegada de la azteca revolucionó el fútbol español y capitalizó el juego culé. Santi Fernández, con quien coincidió dos años antes, la convenció para su proyecto en el RCD Espanyol. Junto a Marta Cubí y Sara Serna, formó un tridente demoledor, que logró el doblete ‘perico’ en la 2005-2006. Al contrario que en el Sabadell, ese año sólo se le resistió el título de máxima anotadora, que fue a parar a Auxi Jiménez (CD Hispalis/Sevilla FC).
A buen seguro que de ese año 2006 recuerda con especial viveza los cinco goles que le marcó a Polonia en Burgos (7-0) en la fase de clasificación para el Mundial de China. Desgraciadamente, España se quedó, nuevamente, a las puertas de acceder al torneo. Al ganar la liga se estrenó en Europa con el Espanyol jugando la UEFA Women’s Cup y repitió la historia de 2004: subcampeona por partida doble con su club y nadie marcó más goles que ella en la liga. Culminó su gran temporada con el reconocimiento de mejor deportista turolense de 2006.
A la salida de Santi Fernández, técnico que mejor rendimiento le sacó, le siguió otro de los peores momentos de su carrera. El 24 de noviembre, mientras entrenaba con la selección española, con la que se mediría el día siguiente a Inglaterra en partido de clasificación para la Eurocopa, se rompió. Concretamente, sufrió una rotura del ligamento cruzado anterior. La operó el célebre Doctor Cugat, pero ya sabía que hasta que esa temporada se cerraba para ella. Aunque reapareció antes de lo previsto, el 24 de junio. Jugó los tres últimos minutos del Memorial Glòria Solà i Fusté, con el que el Espanyol cierra la temporada. Nuria Guardia dejó su lugar en el campo para que Sant Adrià le dedicara una gran ovación. Con los ojos vidriosos de la emoción, Adriana pisaba de nuevo un campo de fútbol, pero no fue hasta el 1 de agosto cuando recibió el alta médica.
El 7 de septiembre de 2008, tras marcar el primero de sus goles en el primer partido de liga frente al Euromat UE L’Estartit, mostró una camiseta que decía: «Gracias por estar a mi lado». Lo que pasó en esta temporada ya lo saben. Se guardó lo mejor para el final. Cuatro goles en una final del Copa, repitiendo la gesta de Laura del Río ante el Eibartarrak de diez años antes.
Sus allegados hablan de ella como una chica muy cercana a su familia, coqueta y con un punto pasional y romántico (entre sus películas favoritas está «El diario de Noa») que contrasta con su voracidad y frialdad dentro del área rival. Más una «fina estilista» que «dura fajadora» con el balón, su constitución física (1’75 m. de altura y 65 kg.) le permitiría practicar casi cualquier deporte, pero por suerte para los aficionados, eligió el fútbol.
Hasta celebrando los goles es original, pues se la ha visto hasta poner ojos rasgados dibujando en su cara un rostro asiático, como en la imagen que encabeza este texto. Quienes la quieren, año sí y año también, son equipos de Italia o EEUU, y aunque no descarta dar el salto al extranjero, parece que seguirá en la liga española la próxima campaña. No han hecho mal las cuentas, aún tiene sólo 22 años. Ante ustedes, Adriana Martín Santamaría.